Tiempo de vendimia

En estos días de septiembre ya se puede decir que se ha generalizado la vendimia en muchas zonas de nuestro país. Según las últimas previsiones de Cooperativas Agroalimentarias, se espera una cosecha normal -después de años de campañas muy cortas-, cercana a los 40 millones de hectólitros de vino y mosto, un 20% más que en 2023 y ligeramente por debajo de la media de las últimas seis campañas. Una vez más, Castilla-La Mancha se situará muy por encima del 50% del total en España, con una producción prevista de 23 millones de hectólitros de vino y mosto.

A pesar de la, cada vez mayor, diversificación de cultivos leñosos en muchas zonas de producción -quizá donde más se aprecie esta circunstancia sea en la comarca de La Mancha, donde se encuentra la mayor superficie de viñedo del mundo, con un crecimiento imparable de la superficie de pistacho, almendro e incluso olivar, a costa, muchas veces, de la reducción de la superficie de viñedo-, el sector vitivinícola sigue siendo muy especial. Sus componentes, social   -sigue generando mucho empleo en campo y en bodega-, económico -es responsable de una parte muy relevante del PIB en los pueblos y comarcas donde se produce vino- y cultural -es parte de la vida diaria de los pueblos y la vendimia y el vino siguen siendo señas de identidad para muchos territorios-, lo hacen especial.

En España hay 928.517 hectáreas de viñedo, distribuidas en 536.359 explotaciones, la mayor parte de ellas, de muy pequeño tamaño. Se trata de un sector muy diverso, con tamaños de explotación muy distintos entre, por ejemplo, Castilla-La Mancha, La Rioja, la Ribeira Sacra o Canarias, pero en todas las regiones de España tiene un componente social que es clave para el desarrollo del medio rural donde se sitúan las viñas.

Cada vendimia es especial. En esta, el nivel de las existencias de vino y mosto en bodega a 30 de junio -fecha de fin de la campaña- se había reducido considerablemente respecto a las mismas fechas del año anterior; hay 6,6 millones de hectólitros menos, una reducción del 16,5%. También destaca el hecho, que ya marca una tendencia en los últimos años, de las mayores dificultades para vender el vino tinto, sobre todo el envejecido en barrica, en contraposición a la alta demanda del vino blanco en los mercados mundiales, lo que ha hecho que las existencias de blanco sean muy reducidas y el mercado se encuentre muy expectante en esta vendimia para cubrir sus necesidades de este producto.

Los cambios de hábitos de consumo son cada vez más frecuentes, pero la tendencia hacía vinos blancos, jóvenes y afrutados, con menor grado alcohólico, parece imparable, en un mercado en el que los nuevos países -entendiendo por nuevos países los que no se sitúan en la cuenca mediterránea y los que han descubierto el vino en las últimas décadas- y los consumidores jóvenes tienen cada vez más que decir.

Uno de los retos que se repiten una vez más esta campaña es el de la adecuación -en la medida de lo posible– de la oferta a la demanda. No es fácil en un cultivo leñoso, pero el sector ofrece algunas opciones: comercializar mosto fresco o concentrado, vinos jóvenes o envejecidos, o alcohol de uso de boca. Para que el sector funcione y se adapte mejor al mercado, es necesaria la interprofesional regional en Castilla-la Mancha, que siempre he defendido e impulsado en mi etapa como consejero. No es la solución mágica, pero, sin duda, serviría para organizar el sector, y segmentar las producciones y el mercado en la principal zona productora.

Las limitaciones de rendimiento y grado -para ajustar la producción, aumentar la calidad y trasladar un mensaje claro a los mercados- vuelven a ser imprescindibles, y deben convertirse en medidas inalterables año tras año.

La vocación global del vino español es cada vez mayor y alcanza prácticamente a todos los países del mundo. En los últimos años se han consolidado cifras de exportaciones por encima de los 20 millones de hectólitros. Sin embargo, el valor medio del vino español en la exportación es muy bajo, en torno a los 1,20 euros/litro, a gran distancia de Francia o Italia, debido, principalmente, al excesivo peso de los graneles, que siguen representando alrededor de un 60% de todas las exportaciones de vino de España.

Las iniciativas para incrementar el embotellado y la apuesta por la marca España, dándole valor e invirtiendo en su conocimiento -y reconocimiento- por parte de los consumidores a nivel mundial, deben ser prioritarias. Este es quizá uno de los retos mas acuciantes para poder competir en un escalón de precios más alto y hacer que nuestro sector sea más rentable.

Como lo debe ser el incremento del consumo, que se encuentra estabilizado, pero en los niveles más bajos de nuestra historia, por debajo de 20 litros por habitante y año en 2023. Esto supone un consumo nacional bajísimo -de menos de 10 millones de hectólitros- en comparación a nuestra producción media que se sitúa por encima de 42 millones de hectólitros de vino y mosto.

La promoción de un consumo de vino moderado, sobre todo entre los jóvenes, como parte esencial de la dieta mediterránea debe ser, pues, una actuación prioritaria del sector y de las administraciones públicas.

Es hora de actuar con decisión, compromiso y contundencia para defender a los viticultores y a un sector esencial para la economía y la vida de nuestro medio rural.

Un año más, como siempre por estas fechas: ¡Buena vendimia a todos!

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