A Elena

Me disculpo hoy, el último día del año, por permitirme una licencia, yo diría que muy grande, al acordarme desde un sentimiento absolutamente personal, de una amiga y compañera que nos dejó el pasado mese de abril. Es mi forma de despedir un año que nunca olvidaré, por su pérdida tan sentida y por el legado, tan enorme, que ella me dejó.

Evoco en este recuerdo cada instante vivido a lo largo de los casi dos años que tuve el placer de compartir a su lado. Pocas personas como Elena (Elena de la Cruz, consejera de Fomento de Castilla-La Mancha hasta el 4 de abril de 2017), que me hayan marcado tanto a lo largo de mi vida.

Recuerdo con absoluta precisión su última intervención en las Cortes y el abrazo lleno de energía que nos dimos antes de ir al hospital, para ya no regresar. Nadie hubiera imaginado el trágico desenlace que yo viví, con las personas más cercanas del equipo de la Consejería, aquellos con los que comparto la ilusión y la pasión por el trabajo por los demás, esta vez, en Luxemburgo, en la reunión mensual del Consejo de Ministros de Agricultura de la Unión Europea. Allí, frente al Tribunal de Justicia de la Unión Europea, recibí la noticia más injusta y en esa ciudad me comprometí en un homenaje, lleno de sentimiento y de sentido, a que Elena perviviría en mí.

Y, así es, desde ese día. Mi compromiso político es desde entonces aún más pleno si cabe, gracias a Elena. He recordado cada día su ilusión por el proyecto colectivo -de los que más nos sirven, de los que más ayudan- de construir una región, en una época muy complicada, con el que ella renunciaba, sin duda, a  una parte muy importante de su tiempo y de su vida personal. Me vienen a la memoria sus palabras hacia mí, de comprensión y apoyo, en las reuniones del Consejo de Gobierno, su recomendación permanente de que fuera paciente -que no lo soy, como ella sabía-, su «MI» absolutamente posesivo -y lleno de todo su cariño- al referirse a mí.

Me dio mucho, compartimos confidencias y complicidades, una forma de entender la política y el servicio a los demás. Yo, aunque tarde -y me pesa mucho no haberlo hecho antes-  comprendí -y compartí desde un día que queda para nosotros- la forma de entender la vida y la política de Elena.

Pero hoy quiero resaltar también algunas tareas que peleamos juntos -trabajo colectivo, del que más vale, una vez más-, como la lucha contra el fracking en Castilla-La Mancha -uno de los días más bonitos de estos dos años y medio lo viví con ella en la fiesta en Alcolea del Pinar, en Guadalajara, con la gente de la plataforma anti-fracking-, o la defensa de los intereses de la región en materia de agua -recuerdo su discurso, casi palabra por palabra, en la última celebración del Día del Agua, como una despedida en Albacete, las discusiones para consensuar una posición sobre agua entre «Agricultura» y «Fomento», como decíamos, o las ruedas de prensa conjuntas.

Recuerdo como se implicó en la defensa del Alto Tajo frente a la política trasvasista del gobierno central. Cómo preparamos los recursos a los planes de cuenca, dando participación a la Consejería de Agricultura, incluso la decisión que tomó para que fuera desde esta Consejería, desde donde se recurriera el plan de cuenca del Guadiana, a pesar de que la competencia era de Fomento. Ella fue, sin duda, pieza clave para defender nuestro medioambiente y nuestro territorio.

Era fuerte, muy fuerte y, a la vez, extraordinariamente generosa conmigo. Me siento cada día, muy orgulloso de defender estos intereses, de pelear por esta tierra. Y desde aquel día fatídico de abril, más aún, porque sé que cumplo con mi palabra. Así lo siento.

Seguro que este año tiene muchos momentos únicos para los que me estáis leyendo. Cada vida es única y a cada uno nos marcan unos acontecimientos distintos. A mí, la pérdida de Elena me ha marcado 2017 y estoy convencido que me marcará para siempre.

Quiero acordarme en este día, también de su equipo en el gabinete de la Consejería, con quienes compartimos tantas cosas -muchas se quedaron pendientes- y de su marido y sus padres, a los que no pude sino llorarles, en lugar de consolarles,  cuando regresé a despedirla desde Luxemburgo. Muchas gracias desde lo poquito que yo represento por haberla cuidado tanto.

Finalizo con las palabras -adaptadas- que, de forma magistral dedicó a Ramón Sijé, el poeta Miguel Hernández y que reflejan mi sentimiento por ella y mi compromiso. Nos quedaron muchas cosas pendientes, Elena.

A las aladas almas de las rosas…
de almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañera del alma, compañera.

Un abrazo muy fuerte allí donde te encuentres

 

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